Los grupos musicales, cuando no son
producto de la mercadotecnia, encarnan los modos y maneras de la juventud de
una época. Kamenbert es hijo de la década de los ochenta, cuando la ciudad era
gris y peligrosa, el dinero y la información escaseaban y el futuro se vislumbraba
como la broma imbécil de la que nadie reia.
Para auyentar ese panorama, algunos muchachos, ávidos de diversión, irrumpieron
en el adocenado ámbito musical decididos, con más energia que pericia, a hacerse
oir. Negaban la herencia de la generación anterior. No más eternos punteos de
guitarra, comunas hippies, canción protesta, rock sinfónico o fusión. La ola
punk y new wave de Inglaterra habia calado en aquellos que no habian cumplido
los veinte y querian tener una banda.
Así, ante la falta de referentes, unos fijaron sus preferencias en el punk y
el ska, otros se remontaron al rackabilly, Kamenbert halló sus fuentes en el
rithm'n'blues, pop de los 60's y soul, siendo por ello amigos del movimiento
mod, que entonces reverdecia.
Kamenbert fue un grupo convulso, apasionado, fulgurante y rabioso, que tuvo
en corto espacio de tiempo muchas formaciones. Nadie quiso eternizarse, repetir
clichés, padecer en el escenario la triste sensación de lo ya vivido, la noche
que sólo resta reinterpretar. Quizá sea por eso que nadie sobrepasó los veinticinco
años de edad en sus filas.
Los síntomas habituales de aquel decenio; cambios bruscos, entradas y salidas,
entrega absoluta y por tanto agotadora, se reflejan en el grupo. Pese a ello,
una rara coherencia recorre las etapas de Kamenbert, que evoluciona desde el
pop rudo al soul, que se afianza en el repertorio a medida que mejora la técnica
instrumental. Los ritmos bailables pedían un apoyo vocal femenino y una sección
de vientos, siendo en esto pioneros en Barcelona. Todo a negro, Kamenbert había
hecho su apuesta.
Kamenbert nace en Castelldefels (Barcelona), en 1981. El sueño de Dani, Robert,
Xavi, Carlo y Manolo de tocar en la capital empieza a materializarse en unos
bolos rudimentarios en Boira. Apenas dos años antes, algunos de los integrantes
de la banda ni siquiera sabían afinar un instrumento musical. A partir de ahí,
las cosas se precipitan. El impulso dado por los sellos discográficos independientes
es decisivo. Aquí y allá, empresarios con poco capital y gran ilusión apoyan
los nuevos sonidos. Esto propicia una competencia y ansia de superación muy
estimulante. Se abandonan los lps conceptuales para regresar a los sencillos
contundentes. Kamenbert graba su primer single en la primavera de 1983 con la
efímera casa DNI, aunque es editado por Flor y Nata Records. Contiene los temas
«Tuve una novia psicodélica» y «Último grito», del que se realiza un videoclip.
El período que va del verano de 1983 al de 1984 es frenético: decenas de actuaciones,
programas de radio y televisión, sesiones de fotos... y culmina (sin el guitarrista
Carlo) en el festival «La cresta de la ola», que reúne a algunos grupos catalanes
punteros del momento; Kamenbert, Brigthon 64, Los Novios, Wom a2, El Clan destino
y Nervios rotos. Después de la grabación de la maqueta que incluía «Terciopelo
azul» –canción más resistente del grupo– y «Tiempos fríos» –primer tema soul–,
Manolo, el cantante, abandona siendo sustituido por Maika, con quien el sonido
abunda aún más en los ritmos negros y la estética sixtie. Lejos de amilanarse
por los cambios sufridos, Kamenbert surca meses vertiginosos; buenos temas como
«En la diana» y «El negro es mi color» y actuaciones impactantes. La banda está
engrasada y segura, como queda ilustrado en los cortes recogidos en este álbum
pertenecientes a uno de los muchos conciertos en el mítico Zeleste de la calle
Platería. En el 86 Robert y Xavi abandonan. De la formación original sólo sobrevive
Dani, quien invita a Joan y a J. Manuel a integrarse como bajista y batería.
Cuando Maika anuncia su marcha se replantea la línea vocal, decidiéndose que
sean tres chicas cantantes las que adquieran protagonismo. Mireia se suma a
unas jovencísimas Charo y Mari, que ya ocupaban los micrófonos de Kamenbert.
La banda está definitivamente configurada. Estas tres kamenberettes graban la
maqueta con los temas «El autobús de Tom», «Hey baby», «James Martin», y «Underground
de mediodía» (con letra de Albert Salmerón, alma inquieta y mánager del grupo)
y realiza, en agosto de 1987, con el sello dicográfico DRO el minielepé «Soul
nights», plagado de himnos pop que todavía se recuerdan. Se viven momentos álgidos:
disco rojo de los cuarenta principales, se graba el videoclip de la canción
«Australia», se promociona el disco en televisión… Se saborea un éxito del todo
merecido.
Sin embargo, algunos problemas internos y externos contribuyen a enrarecer el
ambiente y precipitar el fin. J. Manuel y Charo se descuelgan del proyecto,
dando cabida a Andrés, ex-batería de los Killwats, los Novios y Brighton 64
y a Emma, una estudiante de bellas artes que compartía gustos. La maquinaria
sigue: conciertos en Bilbao, Miranda de Ebro, El Prat de Llobregat, León, Tarragona…
No obstante, algo parece quebrado.
En octubre de 1988, tras un bolo en Manlleu, Kamenbert se disuelve oficialmente.
Queda un trabajo especial, la grabación de la sintonía de la serie de Televisió
de Catalunya «Judes Xanguet i les maniquins» a finales del 1988.
Y luego, silencio.
La vida se hace más rutinaria y segura. Los días sepultan anécdotas, engullen
personajes, salas de conciertos, grupos y fanzines, levantando brumas que matizan
los sentimientos. Pero el tiempo no condena a Kamenbert al olvido, que reaparece
en dos ocasiones puntuales a petición de sus seguidores. En abril de 1993 en
el emblemático escenario del Apolo de Barcelona, con motivo del homenaje a Steve
Marriott, tocando junto a Los Flechazos, Los Bretones, Dr. Love y Brighton 64.
Y en 1994 vuelven a tocar en el mismo lugar, lleno a reventar, para la presentación
del álbum «Mi generación» de Al•leluia Records compartiendo tablas con Brighton
64, Los Flechazos, Los Negativos, Los Canguros y Scooters. El público corea
las canciones, e invade el escenario durante la interpretación de «Cool Jerk».
Debería, tal vez, justificar este recopilatorio. Lo que, en mi opinión, son
buenas composiciones corrían riesgo de perderse para siempre, así como la memoria
de la trayectoria de una banda digna y sincera. Pero no quiero teñir esta aventura
de nostalgia.
Nada huele a cerrado. Los temas viven y nosotros, también. Seguimos siendo,
espiritualmente, quienes éramos.
Una cosa más por decir. La calidad del sonido de este disco es en algunos cortes
deficiente. Pedimos disculpas por ello. Hay que tener en cuenta que a menudo
el soporte original es la cinta de casette, y que muchos temas están grabados
en directo o en estudios con muy bajo presupuesto, en sesiones de solamente
algunas horas. Pese a todo, hemos creído interesante dar un testimonio veraz
de las pulsiones y zozobras de Kamenbert, primando por ello la frescura a la
limpieza.
Que ustedes lo bailen.
Manuel Crespo